En "Qué es ese aroma de mujer" Paulo Padrós Garzón sigue indagando dentro de las profundidades de uno mismo pero a partir de los sucesos cotidianos, que pueden parecer mínimos para la vista de cualquier lector desprevenido aunque en la sensibilidad del poeta no pasan desapercibidos, y esto sirve como excusa para utilizar recursos rupturistas que muchas veces emparentan los trabajos de Padrós Garzón con la anti-poesía suramericana: Lo bueno de las mudanzas es que uno remueve cosas del pasado que habían quedado petrificadas por el devenir de todos los días y sin darnos cuenta fueron guardadas en el anaquel más lejano de nuestra memoria tan leve, como un atavismo circular que todo lo olvida. -------------------------------- ¿Dónde pongo esta cacerola abollada?, ¿qué hago con estos estúpidos papeles? Y mis recuerdos, ¿dónde los guardo, en qué secreta caja los embalo, o quieres más bien que los tire? Encontramos en este libro iconografía típica del universo Garzón, como la irrupción de magníficos ángeles, simbólicos o no, en la mortal, mediocre vida de los hombres. "Ángeles.
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